Los Matrimonios Mixtos

Actualmente,  la vida familiar de los cristianos se ha visto muy deteriorada.  Los modelos de este mundo han hecho estragos en las membresías de los creyentes.  Uno de los problemas que nuestras congregaciones están experimentando,  es el que se relaciona con la formación de una familia.  Me refiero a una familia cristiana.  Nuestros hermanos se están enfrentando cada día más,  al problema de los matrimonios mixtos.

En La Época Del Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento nos da algunos ejemplos sobre matrimonios con personas del mismo pueblo  (Gn. 24:3-4),  y con personas ajenas a éste  (Gn. 26:34-35).  Aunque las nupcias entre una misma etnia (endogamia) eran bien miradas,  siempre ha sido normal la práctica de casamientos con personas de otro pueblo.  No obstante,  al llegar la Revelación divina a la nación de Israel,  los matrimonios mixtos fueron severamente prohibidos  (Éx. 34:15-16).  Al hablar aquí de matrimonios “mixtos”,  me refiero a enlaces matrimoniales con personas fuera de un grupo cultural.

En La Época Del Nuevo Testamento

En las Escrituras neotestamentarias, la enseñanza sobre el matrimonio,  exclusivamente dentro del pueblo de Dios,  es tan vigente como en los documentos del Antiguo Testamento.  Pero en las Escrituras cristianas,  hay un cambio de enfoque.  Cuando se habla de “Pueblo de Dios”,  ya no se alude a la nación de Israel.  Ahora,  el pueblo escogido lo forman todos aquellos que han aceptado el mensaje de Jesús.  Pablo advierte contra la unión en yugo desigual  (2 Co. 6:14).  Esta enseñanza es aplicable a todas las áreas de la vida,  incluyendo el matrimonio.  Cuando defendía sus derechos como apóstol,  alude a su prerrogativa de poder tomar a una “hermana”  por mujer  (1 Co. 9:5).  Obviamente se refiere a una mujer creyente en Cristo.  Las viudas también podían casarse nuevamente con quien quisieran,  con tal que fuese en “el Señor”  (1 Co. 7:39),  es decir,  con un hermano en la fe.  Podemos concluir,  que a través toda la Biblia,  se enseña a tener cuidado al escoger al futuro cónyuge.

En La Época Actual

El Problema en las Iglesias

La sociedad actual,  se caracteriza cada día más por el individualismo.  Las personas tienden a pensar en sí mismas,  y no en el bien del otro.  Cuando llega el momento de elegir una pareja,  no siempre se consideran los motivos correctos para ello.  Los traumas,  complejos y frustraciones de cada uno,  impiden analizar cada situación con objetividad.  Esto ha provocado mucha amargura entre los creyentes solteros de las iglesias.

Se ha vuelto común la soltería,  especialmente entre los jóvenes con una edad apropiada para casarse.  Cada vez contraen matrimonio a una mayor edad.  Esto en sí no es un problema.  El conflicto es el temor en los solteros que los ha llevado a esta situación.  No quieren casarse para fracasar.  Se busca la pareja ideal.  Aquella que cuadra perfectamente con los planes y personalidad de cada uno.  Los más cuidadosos prefieren esperar la voluntad del Señor.  Pero el tiempo pasa y no se ven rastros de esa voluntad “matrimonial”.  Existen casos de iglesias con bastantes solteros.  Lo curioso es que entre ellos no se produce atracción de pareja.  A lo más se gustan como amigos.  En algunos casos,  oran unos por otros para encontrar el cónyuge apropiado.  Esto ocurre por años,  sin producirse soluciones.  El creyente empieza a considerarse un solterón abandonado.  Los problemas de la vida,  y la presión social comienzan a deprimirlo.  Nadie quiere llegar a una etapa de vejez en soledad.

En el cuidado de no equivocarse,  algunos llegan a pensar que los creyentes,  como pareja,  son peor que los incrédulos.  Es preferible,  dicen,  “andar”  con un  “mundano” o una  “mundana”.  No faltan los arriesgados que “por probar”,  por intereses materiales o por simple sensualidad,  buscan una pareja que no es creyente.  Comienzan así una relación peligrosa.  Es verdad que sabemos de parejas que habiendo seguido este camino,  han tenido un matrimonio exitoso.  NO obstante,  son casos muy contados y especiales.  No resulta prudente tomarlos como norma.  También sabemos de casos como estos que han terminado en verdaderos desastres.  Jóvenes y señoritas que habiendo sido herramientas muy útiles al Señor,  han terminado en el mundo,  acarreando secuelas que nunca podrán borrar.

¿Cuál es la falla en nuestras congregaciones?  ¿El Pastor no está cumpliendo con su deber de enseñar a sus miembros?  En el caso de los jóvenes que cometen este error,  ¿Son hijos de padres torpes?  ¿O la rebeldía de estos hijos es tal,  que pagan su propio pecado?  Quizás,  en algunos casos no se trata de rebelión contra la enseñanza paterna,  sino solamente de ingenuidad.  La persona soltera cree que su pareja “cambiará”;  Después de todo, el Señor es bueno (dicen).

Sin  duda,  la lista de factores que llevan a la realización de un matrimonio mixto,  puede ser larga.  Cada cuál defenderá su acto con todos los argumentos posibles.  Pero no importa.  No debemos olvidar que una pareja,  no vale ni el servicio que podemos prestarle a Dios,  ni nuestra alma.  Todos los creyentes tienen una carga que llevar.  La soltería  (por no encontrar una pareja cristiana),  puede ser una de ellas.  La ética cristiana exige que se viva de acuerdo a las Escrituras.  En el punto anterior  (En la época del Nuevo Testamento),  ya revisamos las amonestaciones neotestamentarias respecto a este tema.  Dios quiere familias cristianas.  No basta que sólo algunos miembros de la familia sirvan al Señor. Todo el grupo debe hacerlo.  Los hijos,  los padres y los esposos.  No uno solo… sino ambos.

Esta entrada fue publicada en Uncategorized. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario